El Antropoceno, un destino inevitable

Explotación minera a cielo abierto. / UPM

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(vía Agencia SINC) El capitalismo global se convierte en el principal agente geomorfológico, sobrepasando los de origen natural. Un simple vistazo a la imagen en Google Earth de las costas europeas o la minería a cielo abierto de los Andes podría servir para ejemplificar este aserto.

La aparición en los medios de la noticia sobre una entelequia, para la gran masa de lectores, denominada Antropoceno, ha despertado cierto interés del que no participan otros interesantes sistemas geológicos del Cenozoico, como podrían ser el Paleoceno, el Eoceno, el Oligoceno, el Mioceno y el Plioceno (aunque el último condicionó de manera notable la geosfera y biosfera actuales).

De este desconocimiento se salva únicamente el Pleistoceno, gracias al yacimiento de Atapuerca, que aparece como referencia de carcundia o 'viejunez' en chistes y sesudas tertulias, aunque quienes lo emplean desconocen, mayoritariamente, su alcance cronológico y, casi con total certeza, los avatares y mudanzas de sus límites temporales.
  
Se conoce poco del crucial Holoceno que, junto al Pleistoceno, configura, sin especial discusión, el Sistema Cuaternario. El Holoceno resulta de especial interés, ya que la mejoría climática, postglacial, que tuvo lugar en él dio paso a las poblaciones modernas de las que formamos parte. Hace años tuvo cierto predicamento el término Antropozoico, que ven a sustituir al Cuaternario dando preeminencia a la aparición del hombre. Nuevos hallazgos paleoantropológicos han llevado a su desuso.
  
La Comisión Internacional de Estratigrafía (International Commission on Stratigraphy, ICS) es acertadamente muy restrictiva a la hora de evaluar y, en su caso, aceptar cambios en la Tabla Cronoestratigráfica Internacional, ya que se precisan dataciones numéricas lo más precisas posibles y cambios en el registro fósil detectables a nivel global.

Existen numerosos datos que abonan la pertinencia de este planteamiento, en especial en la denominada por Will Steffen La Gran Aceleración, un nuevo fenómeno del que la humanidad es responsable y que viene a iniciarse hacia 1950 en los niveles de gases de efecto invernadero, la acidificación de los océanos, la deforestación y el deterioro de la biodiversidad.

 

Trinidad de Torres, catedrático de la UPM

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Además, el capitalismo global se convierte en el principal agente geomorfológico, sobrepasando los de origen natural (glaciares, ríos, mares). Un simple vistazo a la imagen en Google Earth de las costas europeas o la minería a cielo abierto de los Andes podría servir para ejemplificar este aserto, al que se unirían las megalópolis desarrolladas en todos los continentes y la insidiosa presencia de compuestos derivados del petróleo, como plásticos y microfibras artificiales, que ya forman parte de los sedimentos oceánicos.

Se da, además, una circunstancia que proporciona una cierta confortabilidad estratigráfica a la definición de su límite inferior en los años 50 del pasado siglo: hacia esa fecha las potencias del momento, básicamente EE UU y la URSS, realizan numerosas pruebas nucleares en la atmósfera y los elementos radiactivos liberados quedan, al menos en parte, retenidos en los sedimentos de áreas de baja energía y afloramientos rocosos, de manera que establecer esa línea de tiempo parece asequible y a nivel global, aunque hay limitaciones instrumentales y geoquímicas que complican el tema. Esa línea temporal tendría un paralelismo notable con la del límite K/T (Cretácico/Terciario), atribuido a un impacto meteorítico (Chicxulub) al que siguió una extinción masiva en tierra y mar.

Para concluir, parece que la justificación del término Antropoceno propuesto por Krutzen (2000) y Zalasiewicz (2008) es ciertamente razonable, aunque algunos investigadores (Ruddiman, Ripple, y Van Valkenburg, entre otros) retrotraen este límite inferior a la base del Holoceno, con el desarrollo de la agricultura o a la extinción de la megafauna del Pleistoceno Superior.

En cualquier caso, estas estrofas del poema de Cavafis, Esperando a los bárbaros, son una imagen profética:

 

 "-¿A qué esperamos congregados en la plaza?
  
       Es a los bárbaros que hoy llegan.
  
  -¿Por qué hay tan poca actividad en el Senado?
  ¿Por qué los senadores -sentados- no legislan?
  
       Porque hoy llegan los bárbaros.
       ¿Qué leyes dictarían ya los senadores?
       Cuando lleguen las dictarán los bárbaros.
  
  [...]
  
       Porque ya ha anochecido y no llegan los bárbaros.
       Y desde las fronteras han venido algunos
       diciéndonos que no existen más bárbaros.
  
  Y ahora ya sin bárbaros ¿qué será de nosotros?
  Esos hombres eran una cierta solución".

 

Fuente: Artículo de Trinidad de Torres, catedrático de la UPM, publicado por Agencia SINC y reproducido aquí en el marco de la licencia Creative Commons BY 3.0

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