Decrecer con equidad

el consumo te consume(por Lucio Capalbo*) Decrecer para aliviar la crisis ambiental, lo cual resulta tan obvio y tan simple que ningún gobernante del planeta lo recuerda a la hora de formular políticas ambientales. El consumo es la gran variable olvidada en toda estrategia de gestión ambiental. Con nuestra actitud responsable como consumidores, podemos gobernar el sistema mundial.

A diferencia de la lógica del mercader y el absurdo programa sostenido por los mercenarios de los nuevos y efímeros amos del mundo, se plantea aquí la necesidad de decrecer y distribuir, en un contexto de valores espirituales.

Decrecer para salvar nuestra Nave Tierra, y así sobrevivir, mas no solo un puñado de náufragos en una solitaria playa marciana, como quiere la NASA, si no la Humanidad Toda, elevándose hacia alturas jamás soñadas.

Distribuir para eliminar por fin de la faz de la Tierra la injusticia imperdonable y el hambre de millones de niños asesinados anualmente por el capital trasnacional.

Y en un contexto de valores espirituales, porque en este organismo planetario, Gaia, somos la noosfera, una red de miles de millones de luces que pugnamos por hallar un destino común, abriéndose camino hacia el gran Atractor Universal.

 

Amarte o a Marte

La agencia espacial del país mas fuertemente armado del planeta considera que la vida en la Tierra está irremisiblemente condenada.

Su conclusión es altamente consistente con la postura de una dirigencia que decide no firmar siquiera el tibio Protocolo de Kyoto, para no detener el "desarrollo" a causa de meras especulaciones sin basamento alguno de unos cuantos ecologistas fanáticos casi emparentados con Osama.

¿Acaso no sabe la dirigencia del cancerbero del capital financiero internacional, que lo que dicen esos "ecologistas fanáticos" ya, mucho más que un indicio, es un proceso iniciado y confirmado?

Claro que sí.

En 2002 circuló un informe nada menos que del Pentágono, el cual se filtró y quedó expuesto a la opinión pública, que explicaba al presidente de los Estados Unidos que el Cambio Climático debido al calentamiento global era "un problema real y de tal magnitud, que podía considerarse aún mas grave que el terrorismo internacional".

Entonces, si lo saben ¿por qué seguir adelante con la carrera de consumo y crecimiento económico?

Porque no hay otra lógica. Porque no se quiere renunciar al poder y la riqueza material inconmensurable. Aunque sea efímera.

Y si el precio que hay que pagar por unas décadas más de lujuria impune y desfachatada ante los ojos de los moribundos es el planeta y todo cuanto en él habita, que así sea.

Después de mí el diluvio, dice el refrán popular.

Por eso ya la Agencia Espacial tiene un sueño, un gran plan.

Y se llama nada menos que "The Vision" (la visión): ya que la vida en la Tierra está irremediablemente condenada, entonces, hacia 2070, las astronaves darán la espalda al Sol y pondrán proa a Marte, para lanzarse a su colonización.

¡Qué visión más tétrica, qué triste!

¿Por qué estudiar mil ingeniosos mecanismos para convertir la orina de los astronautas en agua potable para una larga travesía en la oscuridad del cosmos, si es tan bello beber el agua que fluye y brilla bajo el sol de este Planeta pródigo y maravilloso?

Pero ciega es la lógica del lucro, y es ésta una visión propia de ciegos.

Ken Wilber desde la psicología transpersonal explica que esta empresa imposible de guerras y conquistas, de acumulación desenfrenada, no es sino el modo en que en instancias primitivas del desarrollo de la conciencia humana se busca evitar la muerte, una alocada carrera para evitar la desaparición del yo naciente, llamada "Proyecto Atman". Si yo crezco, soy poderoso, conquisto, triunfo, si el que muere eres tú, entonces habré ahuyentado a la muerte.

Pues el Proyecto Atman ahora se llama "The Vision".

Pero, claro está, The Vision jamás evitará la muerte de lo que debe morir, aunque puede privar de vida lo que sí puede vivir: la vida en este planeta y la vida futura de sus promotores.

La alternativa es sencilla, antigua, eterna: amar al vecino, amarte a vos mismo. Amarte Vida, amarte Tierra.

Pero ellos dicen: no.

A Marte.

 

¿Y qué decimos nosotros?

Nosotros somos la Humanidad, y creemos que hay una utopía realizable, un inédito viable, un sueño, el Sueño de profetas y visionarios de todos los tiempos y culturas, que puede advenir.

Somos millones y millones de pueblos, comunidades, familias, organizaciones sin ánimo de lucro.

Sentimos dentro nuestro que hay un cambio urgente y necesario.

Y que si es necesario y es urgente, entonces es posible.

Casi nos sentimos tentados a decir "inevitable".

Pero ¿Cuánto sufrimiento adicional debemos absorber para que las puertas se abran? ¿Hasta cuando vamos a esperar?

Los señores del capital financiero trasnacional, los megafeudales planetarios que ahora aspiran al sistema solar, quieren cobrar los intereses de la deuda.

El FMI prestamente actúa a su servicio. Algún estado africano, asiático o latinoamericano deberá dejar de dar educación o salud gratuita, o no distribuirá ya genéricos contra el HIV y deberá importar drogas patentadas de los grandes laboratorios para quienes puedan pagarlo.

Y entonces, como consecuencia directa, algunos cientos de miles de seres humanos adicionales morirán en los meses siguientes.

Las grandes petroleras quieren aumentar sus utilidades. Deciden que un oleoducto transasiático será conveniente más allá de la voluntad de los estados cuyo suelo deba atravesar, o hacer un lobby feroz para demorar los autos de hidrógeno o mantener alto el precio de las celdas fotovoltaicas.

Estalla entonces una guerra en Irak y se prepara otra contra Persia. Y por supuesto, a su vez la temperatura mundial seguirá su curso aceleradamente ascendente.

Algunos cientos de miles morirán bajo la metralla, las bombas infalibles de los B 2 Spirit invisibles o las cortadoras de margaritas arrojadas sobre las cabezas de inocentes niños que una noche de tantas duermen entre el Tigris y el Eufrates.

En algunos años más, cientos de millones serán famélicos refugiados ambientales huyendo de las tierras costeras anegadas, salinizadas, inútiles por la suba del nivel de los mares.

La lógica del lucro, maximización de las ganancias.

El lobby feroz que intenta devorar a una humanidad que cree desvalida como Caperucita. Pero todos conocemos el final del cuento.

¿Es que estamos ciegos? ¿Hasta cuándo lo soportaremos? ¿Tendremos que esperar que sufran nuestros seres queridos para saber que ellos también son los nuestros, que somos la humanidad, que somos uno?

Somos el proletariado de la Tierra, en el sentido que da Toynbee.

No el proletariado de la clase asalariada del marxismo, sino el proletariado en sentido amplio, los disconformes con el modelo más allá del nivel de ingresos, la etnia, la nacionalidad. Somos la humanidad en su miríada de rostros, los indígenas, los campesinos, los miembros de las ONGs, los que esperan la Era de Acuario, los creyentes sinceros de las grandes religiones, los rockeros disconformes, los pacifistas, los sin tierra, los sin techo, los con techo, con tierra y sin esperanza, los contraculturales, los cultos y solidarios, los analfabetos inspirados, los que anhelamos algo más aun sin saber bien qué, los socialmente comprometidos, los que donan su tiempo voluntario a mil causas nobles, los ecologistas, los ambientalistas, los investigadores participativos, los pensadores, los poetas, las mujeres y hombres que queremos un mundo en paz, equitativo y en armonía con la naturaleza.

Y somos también los políticos y los empresarios, en cuanto seres humanos que no queremos que nuestros semejantes sufran, cuando no estamos montados al aparato partidista o a la empresa capitalista que nos ciegan, maquinizan y desnaturalizan, es decir, en cuanto no políticos y no empresarios.

Somos todos.

 

El champagne de la copa

La Organización de las Naciones Unidas brinda anualmente un informe sobre la distribución mundial del ingreso, cuyo gráfico, por su forma, es conocido, ya tristemente, como la Copa de Champagne.

La población mundial se representa verticalmente por un segmento, el cual se divide en cinco quintiles, en cinco partes del veinte por ciento, que hoy significan más de mil trescientos millones cada una.

En modo horizontal se lleva el porcentaje de la riqueza global que corresponde a cada quintil.

Las cifras son impactantes: mientras que el quintil mas "rico" dispone del 87 % de las riquezas, ya el segundo desciende al 9 %, y los tres siguientes se distribuyen un 4 %, disponiendo el quintil mas "pobre" de menos del 1 %, o sea, unas cien veces menos que el mas rico.

gráfico copa

 

Lo más alarmante es que año tras año, el quintil superior no hace sino aumentar su riqueza, es decir, la boca de la copa se ensancha, y los quintiles pobres deben restringirse cada vez más, a pesar que todos los enfoques económicos y desarrollistas hegemónicos pregonaron por décadas ignorante o mentirosamente, poco importa, el "derrame" del capital acumulado.

Si esto es alarmante, hay un dato que es verdaderamente atroz: según las Naciones Unidas solo doscientas cincuenta personas, ya a inicios del milenio, los grandes magnates del planeta, concentraban tanta riqueza combinada como los cuarenta y cuatro países de menores recursos económicos, y como los dos mil quinientos millones de personas más pobres del mundo. Como alguien dijo, estos megamillonarios, en la Copa de Champagne vienen a ser como la espuma de arriba, que ensancha grotescamente la boca.

Y para llevar al extremo nuestra indignación, agregan las Naciones Unidas que, con sólo el 4 % de esas riquezas, podrían resolverse todas las carencias en materia de alimentación, salud y educación.

En modo alguno suscribimos a la idea de que todo se mide y se resuelve con dinero, que el problema humano se reduce a su pobreza material, y mucho menos que esta sea la única o principal pobreza. Sabemos de otras pobrezas: de afecto, de creatividad, de participación, de trascendencia.

Sin embargo la Copa de Champagne y sus valores ponen en evidencia la inequidad, el absurdo y la brutalidad de un modelo, que llevará inexorablemente a que la copa se estalle, el champagne se derrame, y en ese contexto tal vez unas pocas burbujas espumantes intenten salir disparadas en dirección a Marte.

También se torna claramente visible que la cada vez más convulsiva crisis ambiental del planeta no se debe a una superpoblación humana, sofisma que nos quiere impone la hegemonía, advirtiéndonos del rápido incremento poblacional de África y otras regiones.

La crisis ambiental, de lejos, es consecuencia del accionar del 20 % más rico.

El ecosistema planetario no está perdiendo su homeostasis por el campesino que tala algunos arbustos para encender el fuego ni por la estética sucia y desprolija de los barrios bajos, si no por las chimeneas (convenientemente distribuidas en países con normativas ambientales más débiles) de las fábricas que fabrican lo que los consumistas consumen, los escapes de los automotores y los aviones, las fábricas de armas, la carrera espacial y otros lujos prolijamente disfrazados bajo la máscara verde de las normas ISO 14000 para el efímero disfrute de los materialmente ricos.

Y próximamente reinará la ISO 26000, que permitirá a las empresas ultracapitalistas continuar despedazando el planeta bajo la fina etiqueta de la Responsabilidad Social Empresaria.

 

Un vaso de agua, por favor.

Frente a esto, no queda otro camino sensato que decrecer y hacerlo con equidad, esto es, disminuir drásticamente el consumo global. Hacerlo con equidad significa no decrecer parejo, sino hacerlo a expensas del quintil más consumista (y sobre todo de los doscientos cincuenta espumantes), permitiendo inclusive una mejora en el acceso al consumo de los otros cuatro quintiles.

Y decrecer para aliviar la crisis ambiental, lo cual resulta tan obvio y tan simple que ningún gobernante del planeta lo recuerda a la hora de formular políticas ambientales.

El consumo es la gran variable olvidada en toda estrategia de gestión ambiental venida "desde arriba". Ya lo decía Paul Ekins a través del correo de la debilitada UNESCO: la frugalidad es una noción subversiva.

Nuestra proposición es llevar la "Copa de Champagne", bebida de opulentos, al formato del vaso, el vaso de vitalizante, pura y bellísima agua.

Nuestra hipótesis, numéricamente sustentada, es que es posible reducir el consumo global en un 50 % y aún así, tener bienes y servicios en abundancia para todos.

Para ello el vaso deberá contener sólo el 50 % del líquido de la copa de champagne, pero con muy distinta distribución.

Veámoslo gráficamente:

gráfico vaso

 

Puede observarse que salvo el primer quintil, que reduce su consumo de recursos del 87 % al 12 %, los otros cuatro quintiles, mejoran su situación, levemente el segundo, y fuertemente los tres últimos.

Sumando los porcentajes de consumo del "vaso de agua" veremos que llegamos sólo al 50 % del total actual.

Hemos dado lugar, en nuestra alocada hipótesis, a una leve variación de la riqueza, porque siempre habrá quien opine que la igualdad absoluta no será posible ni necesaria.

Ahora bien: el producto bruto mundial es actualmente de aproximadamente 65 billones de dólares (65 millones de millones, aclaración para las víctimas del spanglish). Esto hace una media mundial actual de 10000 dólares per cápita.

Con la reducción propuesta por nuestro utópico "vaso de agua" esa media se reducirá a 5000 dólares per cápita. Esos 5000 dólares se convertirían en 6000 en el quintil más rico y 4000 en el más pobre, gracias a la leve variación prevista.

Vamos a hacer unas cuentas para Argentina, que es donde se está escribiendo esta disparatada proposición, lectores de otros países podrán hacer cálculos similares.

Hoy 5000 dólares equivalen a más de 15000 pesos. Una familia tipo de cuatro personas, dispondría de 60000 pesos al año, es decir, 5000 pesos por mes. Una familia del quintil más pobre, haciendo una regla de tres simple, dispondría de 4000 pesos mensuales.

Se podrá alegar que 6000 dólares per cápita son muy escasos para los países del norte, donde los precios son sensiblemente más altos.

Pero deberá recordarse que esta reducción fomenta además un estilo de vida frugal, o dicho de otro modo y usando los conceptos de Antonio Elizalde, uno de los mentores del Desarrollo a Escala Humana, una "civilización ecológica" en la que la riqueza no está dada por mayor cantidad de bienes materiales, sino por más y mejores satisfactores, siendo los mejores los que resuelven las necesidades básicas fundamentales justamente con menor número de bienes.

Este estilo de vida austero favorecería la extensión de las tecnologías apropiadas y la actualización de las ilimitadas potencialidades humanas mediante creaciones ingeniosas surgidas de la sinergia social, gracias a la que podría garantizarse la subsistencia, la protección, el ocio, el entendimiento y todas las necesidades humanas fundamentales a través de satisfactores livianos o vacíos de artefactos tangibles, con un mínimo impacto sobre el ambiente mundial. Y esto descargaría los ecosistemas aún más allá del 50 % inicial debido a la reducción del consumo mundial.

Ya escucho a los sacerdotes del mercado y los grandes centros de consumo, los templos de la ultradogmática religión económica neoliberal, vociferar desde sus destacados altares: que habrá crisis económica mundial, que habrá inmenso desempleo, que no hay marcha atrás, que el crecimiento es bueno y conveniente para todas las economías.

Ya oigo sus airadas voces pidiendo el peor castigo para esta manifiesta herejía, pidiendo la cabeza del blasfemo.

 

Visualizar las estrategias

El problema del empleo en cuanto meta final, es muy simple. Es claro que habrá que planear la transición. Pero si el consumo se reduce a la mitad (sin hablar de un modo de consumo basado en tecnologías apropiadas y satisfactores "livianos") solo habrá que producir la mitad.

En consecuencia, todos trabajaríamos la mitad de las horas, y cobraríamos, en promedio mundial, la mitad, pero con esto alcanzará, ya que solo consumiremos la mitad.

Más allá de esto, es necesario identificar un conjunto de pautas para iniciar la transición hacia más grande era jamás soñada.

En primer lugar habrá que definir claramente algunas estrategias destinadas a modificar profundamente el aparato productivo, algunas de las cuales ya anticipábamos en "El Planeta Subdesarrollado", libro publicado allá por 1995. Las enumeraremos, y describiremos sucintamente:

Supresión de la producción no deseada

Todos los productos y servicios que democráticamente no cuenten con la aprobación de las mayorías, deberán dejar de fabricarse.

Es muy probable que en esta categoría entren las armas, los estupefacientes o los artículos suntuarios, sólo por dar unos ejemplos.

La producción deberá ser orientada por un sistema de ciencia y tecnología que responda a las prioridades sentidas de los seres humanos en su conjunto y no por el interés y capacidad de pago de las trasnacionales y el sector privado en general.

Es muy probable que de un sistema de ciencia " tecnología " producción orientado democráticamente surjan más ecoaldeas con energía limpia y renovable que estaciones espaciales, más campañas comunitarias para la salud preventiva que tomógrafos de última generación, y más espacios sinérgicos para la recreación e identidad comunal que sofisticados teléfonos celulares multifunción.

Promoción de la Economía Social y limitación al capital privado

La producción considerada necesaria se atenderá a partir de nuevas redes de economía popular y solidaria, de empresas de trabajadores, cooperativas y otros emprendimientos económicos productivos sin fin de lucro, dentro de lo que se conoce como la Economía Social.

Estas organizaciones, que priorizan el trabajo al capital y los valores solidarios al interés particular, estarán articuladas a procesos participativos de la ciudadanía que orientarán la producción.

Es probable, aún así, que cierto tipo de emprendimientos privados puedan subsistir, siempre dentro de la regulación producida desde el conjunto de la sociedad y una nueva institucionalidad democrática participativa.

Lo que resulta claro es que la acumulación ilimitada de capital será considerada lisa y llanamente un atentado contra la ética global y no será permitida.

El modelo propuesto por Abbas Effendi en el Siglo XIX será de utilidad: un esquema de impuestos porcentualmente crecientes a medida que se amplia la utilidad total.

A modo de ejemplo con valores adimensionales arbitrarios, el que acumule 10 pagará 1, o sea el 10 %, el que acumule 100 pagará 30, es decir el 30 % y el que acumule 1000, pagará al fisco el 700, esto es, el 70 %. Llegará un punto en que toda la utilidad pasará al estado, por lo que a nadie interesará tan grande acumulación, favoreciendo multiplicidad de empresas pequeñas.

Huelga decir que hablamos de un estado transformado, el que con dichos fondos, deberá atender las políticas públicas y sociales, y garantizar el bien común.

Eliminación del sistema publicitario

La manipulación mediática para imponer o expandir las ventas de un producto está hoy tan naturalizada que casi no somos conscientes de lo aberrante que es.

Ingentes sumas de dinero se gastan en el intento de capturar franjas de mercado en detrimento de la competencia.

Todo esto genera mayores costos por la propia erogación publicitaria, lo que se traslada a los precios, y a su vez presiona sobre el consumo, haciendo que las personas de mayor poder adquisitivo sobreconsuman, haciendo que la conveniencia del capital productivo sea hacia un modelo de utilidades que se maximizan con altos precios para pocos, en lugar de hacerlo por la venta de muchos artículos con poco margen.

Así, los precios tienden siempre a subir generando carestía y abstinencia para los mas pobres.

Un sistema informativo transparente sobre las cualidades de los diversos productos y servicios accesible para todos los usuarios, brindará los datos verdaderamente útiles y sustituirá un sistema publicitario que sólo beneficia a las empresas mas grandes, las capaces de pagar mas publicidad y seducir a las masas consumistas mediante pseudosatisfactores basados en la imagen, la manipulación y la mentira.

Descentralización: revalorización de una producción y un consumo locales.

Una política de descentralización demográfica hacia áreas rurales y centros urbanos pequeños, de escala humana, y la distribución de la tierra en pequeñas parcelas a millones de nuevos campesinos retornados de los cinturones suburbanos marginales, en los que se practiquen adecuadas estrategias agroecológicas, contribuirán a descargar aún mas la presión sobre el ambiente, distribuir la presión remanente, ya de por sí disminuida al 50 %.

Schumacher tiene razón cuando propone una producción local, con materias primas y mano de obra locales, para consumo local.

Solo excepcionalmente se traerán mercaderías desde comarcas remotas, cada comarca se adaptará a su capacidad de carga real, empleando los recursos naturales propios de la región.

La articulación e integración a nivel regional, continental y planetario estarán fomentadas por una actividad turística sostenible, de intercambio cultural y promotora de la Paz Mundial, y garantizadas por las tecnologías de comunicación e información democratizadas.

Una institucionalidad inédita será capaz de vincular las comunidades locales a los procesos de Ciudadanía Mundial.

Esto se sitúa en las antípodas del modelo hegemónico globalizador, uniformizante, en el que con minerales extraídos en Sierra Leona un buque factoría atestado de nuevos esclavos fabrica autopartes en medio del Pacífico, para que se ensamblen autobuses en Brasil que circularán en Escandinavia o en Japón, o en el que con el petrolero Kuwaití se fabrican millones de piezas de plástico en Taiwán que llegarán a una maquiladora del Caribe, para elaborar coloridos juguetes con trabajo infantil de niños que nunca tendrán uno, y que probablemente enfermarán por la toxicidad del antro.

Sustitución de contaminantes y no renovables por procesos y productos sucedáneos ecológicamente compatibles

Aquellas manufacturas y servicios que por consenso democrático sean considerados útiles, lo cual naturalmente variará de región en región, deberán satisfacerse mediante tecnologías apropiadas.

Nuevamente Schumacher orientaba metafóricamente el concepto: tecnologías livianas, accesibles, con rostro humano.

Seguramente en ecoaldeas o comunidades de escala humana la bicicleta será mucho más útil y segura que en Calcuta o México, y, cuando sea indispensable que los automores circulen, lo harán dentro de redes integradas de transporte que priorizan y facilitan los servicios públicos, seguramente funcionando a hidrógeno.

Las turbinas eólicas, la microhidráulica o el biogás, reemplazarán a las enormes centrales hidroeléctricas alteradoras de ríos y del clima, y sobre todo a las centrales térmicas que no cesan de emitir dióxido y calentar los cielos, y a las cientos de centrales nucleares, cada una un Chernobyl en potencia.

La arquitectura bioambiental, con aprovechamiento energético óptimo y basada en el uso de materiales locales y sistemas pasivos para el acondicionamiento del aire, -técnicas muchas de las cuales conocían los pueblos originarios-, dejará como una ridícula curiosidad histórica los edificios "inteligentes", donde la única inteligencia es la automatización de equipos que gastan ingentes cantidades de energía para regular los parámetros termodinámicos del aire, entre otras causas gracias a las estupidísimas superficies vidriadas de cientos de pisos apilados unos sobre otros, estructuras que emulando a la Torre de Babel intentan rascar el cielo pero sólo logran convertirse en trampas mortales, como ocurrió un 11 de Septiembre.

 

El dificilísimo pero no imposible tránsito

Estos utópicos, casi fantasiosos escenarios, juntos con muchos otros que aquí no se consignan habrán hecho preguntarse a más de un lector ¿cómo? o inclusive haberle ya hecho abandonar la lectura con la sonrisa burlesca del que cree ver la ingenuidad.

¿Cuál es la mejor estrategia de transición?

¿Estamos hablando de tomar las armas?

Ciertamente, no.

¿Proponemos una suerte de satiagraha planetaria, la no resistencia pacífica de Ghandi?

¿Será que así como los vecinos salimos a defender el río Uruguay de contaminantes papeleras, o un valle (sea de Uco o de Esquel entre otros) de envenenantes mineras, sólo por mencionar algunas de las recientes luchas ambientales de estos lares, habrá ahora que salir a impedir el Cambio Climático? Tal vez sí.

Pero entonces aparece una diferencia notable: la escala.

No se trata de un cauce de agua, de un humedal, de una cuenca hídrica en particular. Se trata de un océano, de un océano inmenso de Nitrógeno y de Oxígeno, la atmósfera.

Frente a esto ¿Quién es la comunidad que debe salir a la calle… y a los campos? Sin duda, la Humanidad Entera.

Entonces vemos que necesitamos ante todo y por sobre todo organización. Una nueva organización de la Sociedad Civil, que eduque y ponga a su servicio, a los estados… y al Estado.

Coincidiendo con Habermas en que los estados fracasan para evitar las injusticias del capital mundial, ya que este es trasnacional y burla fronteras tornando impotentes a los estados nacionales, y coincidiendo en que alguna forma de keynesianismo o intervencionismo estatal es necesaria, llegamos también con Habermas, pero a su vez con Kant y con Shoghi Effendi a la necesidad de un Super Estado Mundial, una mancomunidad de naciones.

Hector Leis proponía ya en el cincuentenario de las Naciones Unidas, su transformación hacia un sistema de Naciones y Pueblos Unidos, con plena representación de los pueblos y la sociedad civil de todas las naciones.

Como queda claro, el gran actor e impulsor del cambio es la sociedad civil, ejecutando directamente programas como actor privilegiado, y exigiendo la intervención del estado como acompañante.

Pero como los estados nacionales son impotentes, hablamos aquí del Superestado Mundial

Como consecuencia, la sociedad civil, deberá también planetizarse, sin por ello perder la diversidad local.

El siguiente esquema muestra el orden jerárquico propuesto para los actores sociales de este planeta:

 

orden jerárquico propuesto para los actores sociales de este planeta

 

El sendero

En primer lugar, no desesperemos: el Planeta está a nuestro favor. La historia evolucionaría de la Conciencia Planetaria, también.

En pocos lustros más la respuesta brutal de los ecosistemas buscando su homeostasis presentará una sintomatología tan profusa, una escalada tan incontenible, que el sistema hegemónico comenzará a tambalear, resquebrajarse y, por fin, a desmoronarse.

No hay ninguna duda de esto.

Es una pena que la Madre Tierra no sea selectiva y el derrumbe arrastre a muchos inocentes.

Por otra parte, y con ese poderoso huracán catalizador soplando a nuestras espaldas, deberemos adentrarnos aún más en un camino del que, sin darnos cuenta, ya hemos recorrido bastante.

El cambio actitudinal tanto como la nueva asociatividad, son indispensables.

Acceder a la Conciencia Planetaria, al sentimiento de Ciudadanía Mundial y compromiso con nuestra especie y con la vida, una pérdida de temor a reconocer el valor de lo espiritual, es el deber gemelo de la asociatividad y la participación comunitaria.

Por ello es recomendable apagar el televisor e incorporarse a una organización no gubernamental y sin fin de lucro.

No importa su particularidad, su trabajo efector -siempre que sea loable- ya que todas las organizaciones de la era cuántica gozan consciente o implícitamente de membresía en este vasto proceso planetario.

Es necesario, no obstante, tornar aún más visible la componente de ciudadanía mundial, para entretejer y consolidar la nueva red asociativa global.

Es posible actuar localmente y actuar globalmente, porque si solo pensamos globalmente, todo permanecerá en el mundo de las ideas.

Nosotros, ciudadanos del mundo, podemos organizarnos y actuar globalmente.

Establecer redes interinstitucionales, internacionales, tender la trama subversiva -en el mejor sentido de la palabra- más vasta e imparable de la Historia.

Y actuar en dos direcciones, que vamos a decir desde una perspectiva del derecho: como demandantes y como causantes del daño.

Como demandantes

Podemos exigir el cumplimiento de la normativa que ya existe, hacer uso de los instrumentos de participación pública legitimados, pero a su vez trabajar activamente para generar nuevas normativas, no como parche en un modelo obsoleto, sino acordes al espíritu de la nueva era. La meta es la democracia participativa, es decir, no la absurda farsa autoritaria y manipuladora que es la democracia nominal actual, sino un nuevo sistema no partidista que incluya instancias vinculantes de monitoreo y control de gestión, en el que las comunidades y los pueblos obliguen al gobierno a su servicio a apoyar las iniciativas surgidas de la sinergia social creativa.

E internacionalizar la acción logrando un sistema de Naciones y Pueblos Unidos que gradualmente se aproxime al rol histórico que le corresponde.

Exigir la supresión de la producción innecesaria, impedir la producción contaminante y depredadora en todas sus formas y ciclos del proceso, lograr un sistema que impida la acumulación ilimitada de capital, exigir políticas públicas que favorezcan las tecnologías apropiadas, repensar el desarrollo local como tal, como proceso endógeno de y para los locales y no como "clusters" competitivos para las exportaciones que no favorecen mas que al capital trasnacional, deslegitimar y penar prácticas privadas que hoy son legales, como comprar y cercar lagos, o certificar por normas ISO vendiendo petróleo…

Un estado de movilización permanente, pacífica, evolucionaria, autoeducativa de las comunidades y educadora de sus propios gobiernos.

Un nuevo pacto social, con una nueva institucionalidad local – mundial articulada.

Como causantes

Pero los pueblos del planeta tenemos también en nuestras manos la otra punta del ovillo. Con nuestra actitud responsable como consumidores, podemos gobernar el sistema mundial. Esto hasta cierto punto y siempre que además actuemos como demandantes.

Mas no alcanza con apagar la luz en la habitación que no se ocupa, cerrar la canilla o caminar en vez de subir al automóvil. Esto es muy provechoso, pero es necesario organizar, programar colectivamente el consumo responsable.

Por ejemplo, son solo ejemplos, ponernos de acuerdo para ir todos, no al supermercado, sino al almacén, con la antigua bolsa de tela, y decir no al polietileno contaminante, ponernos de acuerdo para dejar todos de usar la mitad de las veces el automóvil, y así dejar a la vista que a las petroleras nada le preocupa el ambiente sino tan solo vender su producto, lo mismo para la telefonía, el gas o la electricidad.

Estudiar y aplicar todos las compras responsables, minimizando a priori futuros residuos y contaminación, restaurar los muebles y artefactos viejos, -como nuestros abuelos lo hacían-, reutilizar, sacar directamente en tachos y no en bolsas la cuarta parte de la basura actual, aunque los cinturones "ecológicos" protesten porque facturarán menos toneladas.

Promover huertas urbanas comunitarias, el ahorro energético, la alimentación frugal, en definitiva, la disminución del consumo de elementos contaminantes o de recursos escasos, entre todos.

Ya lo decía Alexis de Tocqueville: "En los países democráticos la ciencia de la asociación es la ciencia madre, el progreso de todo lo demás depende de ella."

Nuestra casa es el Mundo, nuestra familia, la Humanidad.

Y vamos a organizarnos, para decrecer con equidad.

 

* El autor es Director de Fundación UNIDA

Fotografías de Colectivo Desazkundea bajo licencias Creative Commons (CC BY-NC 2.0)

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