Salud humana.

Se prevé que el cambio climático tenga consecuencias a largo plazo para la salud humana.

La salud pública depende de suficientes alimentos, agua potable segura, viviendas seguras, buenas condiciones sociales y un entorno ambiental y social adaptado para controlar las enfermedades infecciosas. Todos estos factores pueden verse afectados por el clima.

Las olas de calor están vinculadas a las enfermedades cardiovasculares, respiratorias y de otro tipo.

Se puede prever que aumenten las enfermedades y muertes debidas a estas causas, especialmente las personas ancianas y los pobres de las ciudades. Aunque se proyecta que los problemas más graves para la salud se produzcan en las ciudades de latitudes medias y elevadas, los inviernos más suaves en los climas más templados probablemente reducirían las muertes relacionadas con el frío en algunos países. Una mayor frecuencia de una meteorología cálida o calurosa, las inversiones térmicas (un fenómeno meteorológico podría demorar la dispersión de los contaminantes) y los incendios en el medio silvestre también podrían agravar la calidad de la atmósfera en muchas ciudades.

Al reducir los abastecimientos de agua dulce, el cambio climático podría afectar los recursos hídricos y el saneamiento.

Esto a su vez podría reducir el agua disponible para beber y lavar. También disminuiría la eficiencia de los sistemas locales de alcantarillado, lo que llevaría a una mayor concentración de bacterias y otros microorganismos en los suministros de agua no depurada. La escasez del agua podría obligar a las poblaciones a utilizar fuentes de agua dulce de calidad inferior, tales como los ríos, que con frecuencia están contaminados. Todos estos factores darían como resultado una mayor incidencia de las enfermedades diarreicas.

Un aumento en la frecuencia o intensidad de los episodios meteorológicos extremos representaría una amenaza.

Las olas de calor, las inundaciones, las tormentas y las sequías pueden causar muertes y lesiones, hambre, el desplazamiento de poblaciones, brotes de enfermedades y perturbaciones ecológicas. Si bien los científicos no saben en qué medida el cambio climático ha de afectar la frecuencia de las tormentas, proyectan que algunas regiones experimentarán mayores inundaciones o sequías. Además, se prevé que las inundaciones costeras se agraven debido al aumento del nivel del mar, a menos que se mejoren las defensas.

La seguridad alimentaria podría verse socavada en las regiones vulnerables.

La disminución local de la producción de alimento conduciría a una mayor malnutrición y hambre, con consecuencias en la salud a largo plazo, especialmente para los niños.

Las mayores temperaturas podrían alterar la distribución geográfica de especies que transmiten enfermedades.

En un mundo más cálido, los mosquitos, las garrapatas y los roedores podrían expandir sus zonas de distribución a latitudes y altitudes más elevadas. Los modelos de impacto del cambio climático indican que los principales cambios en las posibilidades de transmisión del paludismo han de producirse en los bordes (en lo que se refiere a la altitud y latitud) de las actuales zonas expuestas al riesgo del paludismo; en general las poblaciones de estas zonas fronterizas no habrán desarrollado la inmunidad a la enfermedad. La trasmisión estacional y la distribución de muchas otras enfermedades que se transmiten por los mosquitos (dengue, fiebre amarilla) y las garrapatas (enfermedad de Lyme, síndrome pulmonar hantavirus, encefalitis transmitida por las garrapatas) también podrían verse afectadas por el cambio climático. Además, los cambios inducidos por el clima en la formación y persistencia del polen, las esporas y algunos contaminantes podrían promover más enfermedades asmáticas, desordenes alérgicos y enfermedades cardiorrespiratorias.

Los mares más cálidos también podrían contribuir en la propagación de enfermedades. Los estudios realizados con la utilización de la teledetección han indicado una relación entre los casos de cólera y la temperatura de la superficie del mar en la Bahía de Bengala. Hay también pruebas de una asociación entre el fenómeno de El Niño (que calienta las aguas del Pacifico sudoccidental) y las epidemias de paludismo y denge. Una mayor producción de patógenos y biotoxinas acuáticas podría poner en peligro la seguridad de los mariscos. Las aguas más cálidas también aumentarían la aparición de floraciones de algas tóxicas.

Las poblaciones deberán adaptarse o intervenir para reducir al mínimo estos mayores riesgos a la salud.

Se dispone de muchas medidas eficaces. Lo más importante, urgente y económico en función de los costos es reconstruir la infraestructura que se ha deteriorado en los últimos años en algunos países. Muchas enfermedades y problemas de salud pública que pueden verse exacerbados por el cambio climático podrían prevenirse eficazmente con suficientes recursos financieros y humanos. Las estrategias de adaptación pueden incluir la vigilancia de las enfermedades infecciosas, los programas de saneamiento, la preparación para desastres, un mejor control del agua y la contaminación, una enseñanza pública dirigida al comportamiento personal, la capacitación de los investigadores y profesionales de la salud y la introducción de tecnologías de protección tales como mejoras en la vivienda, el aire acondicionado, la depuración del agua y la vacunación.

La evaluación de los posibles efectos del cambio climático en la salud presenta muchas incertidumbres.

Los investigadores deben considerar no solamente los futuros escenarios del cambio climático, sino también factores climáticos. Por ejemplo, las tendencias en las condiciones socioeconómicas pueden tener importantes efectos en la vulnerabilidad de la población. Resulta claro que las comunidades pobres serán más vulnerables a los efectos del cambio climático en la salud que las comunidades más ricas.

Fuente: Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la Secretaría sobre el Cambio Climático (UNFCCC).

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