Un movimiento para salvar al clima

salvar al climaDespués de la guerra nuclear, la crisis climática puede ser el reto más grande que jamás haya enfrentado la raza humana. Todavía hay tiempo, sin embargo. Y sabemos qué hacer.En cualquier momento dado encaramos como sociedad una enorme cantidad de problemas: está la crisis hipotecaria, la crisis de salud, la interminable guerra en Irak, y así sin parar. Tal vez resolvamos algunos de ellos, y sin duda, nuevos problemas surgirán para tomar su lugar. Pero hay una sola cosa de las que estamos haciendo que será fácilmente visible desde la Luna. Y esa cosa es el calentamiento global. Literalmente, es el problema más grande que los humanos hayamos enfrentado, y aunque hay formas de por lo menos empezar a resolverlo, todas ellas dependen de reconocer lo grande que es el desafío.¿Qué quiero decir exactamente con “grande”? El último otoño los científicos que estudian el hielo marino en el Ártico informaron que se estaba derritiendo aún más rápido de lo que habían predicho. Superamos el récord de pérdida de hielo a mediados de Agosto, y cuando al fin cayó la noche polar el legendario Pasaje del Noroeste estaba abierto para la navegación por primera vez en la historia. Esto quiere decir que desde el espacio exterior la Tierra ya se ve muy diferente: menos blanca, más azul.

¿Qué quiero decir con “grande”? En los glaciares de Groenlandia, el último verano se derritió un 10 por ciento más de hielo que en cualquier otro año para el que tengamos registros. Estas son malas noticias porque, al contrario del hielo marino, la vasta masa congelada de Groenlandia se asienta sobre roca, y cuando se derrite los océanos se elevan—potencialmente mucho. James Hansen, el climatólogo más importante de EE.UU., testificó en la corte el año pasado que podríamos ver subir el nivel del mar tanto como 6 metros—cerca de 20 pies—en el transcurso de este siglo. Con esto, la vista desde el espacio se ve ciertamente distinta (por no mencionar la vista desde los edificios de oficinas de cualquier ciudad costera de la Tierra).

    ¿Qué quiero decir con “grande”? El calor más intenso ya está causando sequías en áreas áridas alrededor del mundo. En Australia la situación se ha puesto tan mal que la producción agrícola está cayendo rápidamente en la cuenca del río más grande del continente, y el primer ministro de la nación le está pidiendo a su gente que rece pidiendo lluvia. Rupert Murdoch, nativo australiano, está tan conmocionado que ha anunciado planes para hacer de su imperio NewsCorp (es decir, Fox News) neutral en el consumo de carbono. El electorado australiano derrocó a su viejo gobierno el último otoño, principalmente por las inquietudes acerca del clima.

¿Qué quiero decir por “grande”? Si lo hubiésemos intentado, no podríamos haber encontrado una forma más completa de hacerle la vida miserable a las personas pobres del mundo, quienes ahora deben tratar con la pérdida de la única cosa con la que podían contar—la estabilidad física básica de la Tierra. Nunca hemos encontrado un método igual de eficiente para aniquilar otras especies. Nunca hemos descubierto otra manera de degradar por completo el futuro de todos aquellos que lleguen después de nosotros.

O más bien, hemos descubierto sólo un cambio adicional que asciende a esta escala. Ese cambio se llama “guerra termonuclear absoluta”, y al menos hasta ahora hemos decidido no tener una. Pero no hemos detenido el calentamiento global. Todo lo contrario: en los 20 años que hemos sabido del problema, hemos quemado constantemente más carbón, gas y petróleo, y por lo tanto hemos vertido sin parar más dióxido de carbono en la atmósfera. En lugar de unas pocas explosiones enormes, tenemos miles de millones de pequeñas explosiones cada minuto, a medida que los pistones se disparan dentro de los motores y las calderas queman carbón.

Habiendo pospuesto verdaderos cambios, hemos hecho nuestro trabajo cada vez más difícil. Pero hay señales de que finalmente estamos listos para ponernos a trabajar. Por primera vez, el Congreso de EE.UU. está considerando seriamente una legislación para limitar las emisiones del país. Las leyes no serán firmadas por el Presidente Bush, y no hacen todo lo que deben hacer—pero son un comienzo.

Necesitamos un movimiento. Necesitamos una oleada política más grande que la de los derechos civiles, igual de apasionada y dispuesta a hacer sacrificios. Sin él, no vamos a vencer a las compañías de combustibles fósiles, las fábricas de automotores y el resto de los intereses creados que nos alejan del cambio.

Y el encuentro de la comunidad internacional en Bali, en Diciembre, superó la resistencia estadounidense e inició los pasos hacia un tratado internacional que estará listo en 2009. Las charlas avanzan lentamente, en gran parte por la intransigencia norteamericana, pero George Bush no va a ser presidente para siempre, así que al menos hay una oportunidad de reconectarnos con el resto del mundo.

Si lo hacemos, hay pasos que podemos tomar. Como el problema es tan grande, y se acerca tan rápido, esos pasos van a tener que ser grandes. Y aun así no van a ser suficientes para detener el calentamiento global—a lo mejor lo van a demorar, y así darnos algún margen. Pero éste es el trato:

Necesitamos conservar energía. Ésa es la manera más barata de reducir el carbono. Utiliza lámparas de bajo consumo, pero esto es sólo el comienzo. Tienes que instalar el nuevo aislamiento térmico, tan eficientemente que puedas calentar tu casa con una vela de cumpleaños. Tienes que enchufar los nuevos electrodomésticos—no la televisión de pantalla plana, que usa mucha más energía que la antigua, sino el nuevo lavarropas de carga frontal, que ahorra agua. Y cuando tengas eso conectado, gira la perilla para utilizar agua fría. ¿Y la secadora? No necesitas una—ése es el trabajo del sol.

Tenemos que generar limpiamente la energía que usamos. El viento es la forma de generación de electricidad que más rápido está creciendo alrededor del mundo, pero necesita crecer aún más rápido. Los paneles solares son cada vez más comunes—especialmente en Japón y Alemania, que son más ricos en voluntad política que en luz solar. Mucha de la tecnología está disponible ahora; necesitamos más innovación en financiamiento y subsidios que en la creación de más tecnologías.

Necesitamos cambiar nuestros hábitos—en realidad, necesitamos cambiar nuestro sentido de lo que queremos del mundo. ¿Queremos enormes casas y autos, todo para nosotros? Si es así, entonces no podremos lidiar con el calentamiento global. ¿Queremos seguir comiendo comida que viaja 2.400 kilómetros sólo para tocar nuestros labios? ¿O podríamos usar el autobús, o montar en bicicleta para llegar al mercado de granjeros? ¿Eso te suena romántico? Los mercados de granjeros constituyen el sector de más rápido crecimiento de la economía norteamericana de alimentos; sus usuarios más influyentes deben ser los inmigrantes, habitantes de las áreas urbanas, tan recientemente llegados del resto del mundo que todavía pueden recordar el sabor de la verdadera comida. Lo que nos lleva a la siguiente necesidad:

Tenemos que dejar de insistir en que hemos descubierto la mejor manera de vivir en la Tierra. En primer lugar, si está destruyendo la tierra probablemente no sea tan buena. Pero incluso según mediciones de satisfacción y felicidad, los europeos nos superan—y lo logran con la mitad de la energía per cápita. Necesitamos guiar a indios y chinos en dirección a Londres, no a Los Ángeles; a Barcelona, no a Boston.

Construyendo un movimiento
Por encima de todo, necesitamos un movimiento. Necesitamos una oleada política más grande que la de los derechos civiles, igual de apasionada y dispuesta a hacer sacrificios. Sin él, no vamos a vencer a las compañías de combustibles fósiles, las fábricas de automotores y el resto de los intereses creados que nos alejan del cambio.

Algunos de nosotros hemos pasado los últimos dos años tratando de armar ese movimiento, y hemos tenido algo de éxito. Sin dinero ni organización, siete de nosotros lanzaron StepItUp en Junio de 2007. Antes de que se acabara el año, habíamos ayudado a organizar 2.000 demostraciones en todos los 50 estados de EE.UU.—y logramos hacer llegar a los pasillos del poder nuestra demanda, en su momento radical, de reducir un 80% las emisiones de carbono para la mitad del siglo.

No hemos ganado todavía—pero estamos mucho más allá de lo que esperábamos cuando empezamos. En Noviembre pasado, la Presidente de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, se paró en un podio frente a 7.000 estudiantes del colegio superior, reunidos de todo el país en la Universidad de Maryland, y los incitó a cantar: "80 por ciento para el 2050." Soy tan cínico como cualquiera, pero se siente como si nuestra democracia comenzara a funcionar.

Sin embargo, tendrá que funcionar mucho mejor. Tendremos que ver un nuevo nivel de compromiso—para las protestas no-violentas, para las elecciones, para el cabildeo sin fin. Tendremos que estar dedicados a un ambientalismo más amplio y diverso del que hemos conocido, más joven, parda e insistente en que la gente abandonada por la última economía no lo vaya a ser en la nueva. Y vamos a tener que verlo no sólo aquí, sino alrededor del mundo. Porque no lo llaman calentamiento global por nada. Si vamos a tener alguna posibilidad de éxito, vamos a necesitar que cada nación contribuya—lo cual a su vez implica que tendremos que entender dónde estamos todos parados ahora mismo.

¿Qué hay de China e India?
Ésta es la realidad política, tan sobria como los datos sobre el hielo marítimo y las sequías: el año pasado, China superó a Estados Unidos como el emisor más grande de carbono de la Tierra. Pero eso no quiere decir que los chinos sean tan culpables como nosotros—por cápita, nosotros volcamos cuatro veces más CO2 en la atmósfera. Y lo hemos estado haciendo durante cien años, lo que significa que pasarán décadas antes de que nos igualen como fuente del problema. Pero ellos—y los indios, y el resto del mundo en desarrollo detrás de ellos—están creciendo tan rápido que no hay manera de salir de esta crisis sin su participación. Y aún así ellos no quieren participar, porque están usando todo ese carbón barato no para mejorar un estilo de vida ya suntuoso, sino para salvar a la gente de la pobreza extrema.

Lo que significa que si queremos que no quemen su carbón, vamos a tener que ayudarlos—vamos a tener que suministrarles molinos, calderas eficientes, etc., que les permitan construir vidas decentes, sin tener que construir plantas de energía a base de carbón.

Lo que significa, a su vez, que vamos a tener que ser generosos, en una escala que supere incluso al Plan Marshall, que ayudó a reconstruir a la Europa de postguerra. Y ya no está claro si todavía somos capaces de hacerlo—hasta ahora, nuestros políticos han preferido usar a China como chivo expiatorio, en vez de socorrerla.

Dije al comienzo que éste no era tan sólo otro problema en una lista de problemas. Es un nuevo lente por el cual miramos al mundo. Cuando observamos por él, la política extranjera se ve totalmente distinta: las amenazas a nuestra seguridad sólo se pueden enfrentar embarcando tecnología hacia China, no embarcando misiles para sus enemigos.

Cuando observamos por la lente del clima, nuestra vida económica se ve completamente cambiada: tenemos que olvidarnos de la expansión sin fin sumándose ahora a la nube de carbono, y concentrarnos en el tipo de durabilidad que nos permitirá resistir los problemas que están en camino.

Otra forma de ser humano
Nuestras vidas individuales se ven muy distintas a través de estos lentes, también. Menos individual, para empezar. El tipo de independencia extrema que derivó de los combustibles fósiles baratos—el hecho de que no necesitamos a nuestros vecinos para nada—no puede durar. O construimos una comunidad real, del tipo que nos permita adoptar el transporte público, la comida local, la covivienda… lo que se te ocurra, o vamos a sucumbir aferrados a los despojos de nuestra sociedad privatizada.

Lo que nos deja con el único fragmento indiscutible de buenas noticias: fuimos hechos para funcionar en comunidad. Todo lo que sabemos de los seres humanos, desde el estado de nuestro sistema inmunológico hasta el estado de nuestra psiquis, certifica nuestro deseo de conexión real, justo del tipo que una comunidad de consumismo avanzada como esta hace tan difícil. Necesitamos ese tipo de comunidad para demorar los cambios ambientales que se nos vienen, y necesitamos ese tipo de comunidad para sobrevivir aquellos cambios que no podemos prevenir. Y necesitamos ese tipo de comunidad porque es lo que nos hace completamente humanos.

Este es nuestro examen final, y hasta ahora estamos fallando. Pero todavía no tenemos que bajar nuestros lápices. Ya veremos…

Fuente: Bill McKibben escribió este artículo como parte de ¡Paremos el calentamiento global, ya!, el número de primavera de 2008 de YES! Magazine. Bill McKibben es el autor de The End of Nature, Wandering Home, y Deep Economy, y fundador de StepItUp (Levántate), que recientemente ha unido fuerzas con 1sky. Traducción por Guillermo Wendorff. (CC) by-nc-nd.

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