"Imaginemos que el Colapso de esta Civilización fuera inevitable. ¿Qué pasaría? Las próximas décadas van a ser las de una disminución profunda del “Progreso” material de la humanidad, con todas sus implicaciones. El fin de Civilización va a suponer guerras regionales y quizás mundiales por “recursos naturales”, pandemias incontroladas, hambrunas, intentos neofeudales de los poderosos de turno. Lo cierto es que el drama puede dar lugar a la catarsis. El colapso dará lugar a nuevas civilizaciones que ninguno llegaremos a conocer. "
(por Carlos de Castro Carranza) Hace justo 22 años más de la mitad de los premios Nobel de ciencias y con ellos unos 1700 científicos de todo el Mundo firmaron un manifiesto no muy diferente al de Ultima Llamada. Lo denominaron Advertencia a la Humanidad. Estas eran algunas frases de aquel texto:
Los seres humanos y el mundo natural están en camino de colisión. Las actividades humanas hacen mucho daño, a menudo irreversible, sobre el medio ambiente y sobre fuentes de recursos naturales críticas. Si no se revisan, muchas de nuestras prácticas actuales ponen en serio riesgo el futuro que deseamos para la sociedad humana y los reinos animal y vegetal, y pueden alterar el mundo vivo de tal forma que seamos incapaces de sostener la vida en la manera que la conocemos ahora. Se necesitan urgentemente cambios fundamentales si es que queremos evitar nuestro presente camino de colisión…
No disponemos de más de una o unas pocas décadas para revertir los peligros que ahora tenemos si queremos evitar que el progreso de la humanidad quede enormemente disminuido…
Si nuestros científicos tenían razón, entonces e tardi… Adio del passato (como diría Violetta en la Traviata), pues ya han pasado “una o unas pocas décadas”, y desde entonces se han acumulado las evidencias hacia el lado pesimista (caos climático, pérdida de biodiversidad, crisis energética, aumento de la desigualdad humana y un largo etc. lleno de nuevas y desagradables sorpresas). En vez de frenar y girar el volante del coche de Thelma y Louise hemos apretado aún más el acelerador, y el precipicio resultó ser el del Gran Cañón del Colorado.
Me gustaría hacer un ejercicio invitando al lector a que se sitúe en este como sí: Como sí el Colapso de esta Civilización fuera inevitable. Confesaré que en ese como sí llevo situado más de dos décadas y desde hace una década es el único como sí que no descarto inmediatamente (qué remedio cuando mi investigación científica es básicamente trabajar críticamente, informe tras informe, sobre esos temas); así que permítame ayudarle a situarse en el Colapso en my way.
La caída de una civilización y el surgimiento de otras es un proceso tantas veces repetido en la Historia de la Humanidad que, pese a su drama local y temporal, parece casi un proceso “natural”. Es lógico dramatizar y asustarse con la desaparición de la civilización propia. Y más si esta se anuncia rápida: durante las décadas de este siglo, empezando desde YA. Además, al ser pocos los pueblos que no tienen nuestros imaginarios colectivos –véase el ejemplo de Jorge Riechmann sobre Bután o recuérdese a los bosquimanos-, puede decirse que nuestra Civilización es Global. Así que por primera vez en la historia colapso implica más de lo habitual. Da igual en ese sentido que uno sea un ciudadano más o menos privilegiado de un país europeo, o que viva en la Habana, San Paulo o Pionyang, o que esté “montando” el Estado Islámico en el antiguo Iraq o que esté luchando contra el Ébola en Liberia. Todos compartimos en mayor o menor grado imaginarios colectivos, mitos culturales y estructuras comunes, dos de ellas son el patriarcado (el machismo, vaya) y el progreso material tecnológico (ni los “medievales” islamistas radicales prescinden de hacer sus vídeos inhumanos o hablar por el móvil, y menos aún prescinden de la tecnología de las armas o de vender petróleo en el mercado negro).
En fin, todos vivimos en estructuras de desigualdad consustanciales a nuestra Civilización (no reformables sin cambiar de raíz nuestra cultura y por tanto la propia Civilización), sencillamente porque la definen; desigualdades que a escala Global pasan de hirientes:
- la desigualdad de género
- la desigualdad económica (y política y social)
- la desigualdad con la naturaleza
Desigualdades que se resumen en la desigualdad de Poder y la voluntad de ejercerlo desigualmente.
Esas desigualdades hacen que, desde el punto de vista emocional y filosófico, el fin de nuestra Civilización se previera ya por sensibles artistas y filósofos hace más de un siglo. Desde hace relativamente poco (cuatro o cinco décadas) -¡cuánto hemos tardado!- la razón científica se une a ellos con la única ventaja de la certeza que dan los números. Pues bien, cuando uno está mentalmente en la inevitabilidad del Colapso uno se pregunta: ¿Y qué?
Vale que ha sido una Civilización que ha creado la 9ª sinfonía de Beethoven y la teoría del Big Bang. Y valen muchos otros “avances”. Pero ha sido y es a costa de tantos desgarros humanos y no humanos que bien podríamos gritar con alegría:¡La Civilización ha muerto! ¡Viva la Civilización! Pues la mayoría queremos (es consustancial también al ser humano) una Civilización en equidad que no discrimine por sexos, en la que la brecha ricos-pobres se reduzca, y en el que la guerra hacia la biosfera se convierta en amor. Hoy sabemos (algunos pocos) que no va a ser desde esta Civilización, pues son las desigualdades que ésta ha creado las que están acabando con ella. La reforma, cualquier reforma, no solo llega tarde, es que resultó que era imposible.
Las próximas décadas van a ser las de una disminución profunda del “Progreso” material de la humanidad, con todas sus implicaciones. El fin de Civilización va a suponer guerras regionales y quizás mundiales por “recursos naturales” o estupideces varias, pandemias incontroladas, hambrunas, intentos neofeudales de los poderosos de turno (esto es importantísimo, pues veremos cómo el poder luchará con todas sus armas –ya lo está haciendo por ejemplo nuestro gobierno- para mantener la Civilización (y sus desigualdades) a toda costa, lo que profundizará el colapso-), disminución de la población en miles de millones respecto al máximo histórico, abandono de residuos a su albur (¿a quién se le ocurre dejar gases de efecto invernadero que subirán el nivel del mar durante milenios?, ¿a quién se le ocurre dejar residuos radiactivos y centrales nucleares peligrosos durante 100000 años?, ¿a quién se le ocurre perturbar y distorsionar la Historia natural de la vida –¡la 6ª extinción masiva!- durante millones de años, cuando era obvio que esta civilización no iba a sobrevivir más que unas centurias?). Tragedia, muchas tragedias que no evitaremos muchas veces, por muchas heroínas anónimas que surjan y que, sin duda, necesitaremos.
Lo cierto es que el drama puede dar lugar a la catarsis. El colapso dará lugar a nuevas civilizaciones que ninguno llegaremos a conocer. ¿Y qué? Seamos generosos con los bisnietos de nuestros bisnietos. Paciencia. En esas nuevas civilizaciones, serán necesarios, más que nunca, esos sentimientos, filosofías, movimientos políticos y sociales, espiritualidad y humanismos que llevamos intentando muchas décadas precisamente para evitar aquellas desigualdades que nos han conducido al borde del acantilado (tecnologías frugales, ciudades en transición, objeción de conciencia, 0.7%, 15M, y ese largo etc. de “ismos”: pacifismo, feminismo, ecologismo, anarquismo…). De hecho, es nuestra responsabilidad ser optimistas hacia ese futuro, o ni siquiera habrá ningún futuro.
Por mi parte sí me gustaría que “El Oráculo de Gaia”, Gödel, Escher y Bach y la teoría cuántica sobrevivieran en esas civilizaciones, y lucharé por ello pacíficamente. Y, sobre todo, que aumentase la capacidad de compasión, solidaridad y amor durante el colapso, la posterior transición y finalmente el surgimiento de aquellas culturas y humanos de las civilizaciones del futuro. Y si el lector es como el dibujo animado, aún inconsciente de que está flotando encima del barranco, ya se dará cuenta, como pasa siempre. Y si el lector cree saber que aún estamos a tiempo de frenar, y soy yo el que me equivoco (y conmigo muchos científicos), supongo que en todo caso estará de acuerdo con que logremos aumentar la capacidad de compasión, de solidaridad y de amor.
Fuente: artículo publicado por Carlos de Castro Carranza el 17/11/2014 en Eldiario.es, bajo licencia Creative Commons BY-SA
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