Como generación, hemos heredado los recursos acumulados de nuestro planeta: suelos fértiles, bosques, petróleo, carbón y minerales como hierro y bauxita. El siglo XX se inició con un entorno global relativamente limpio y estable. Sobre esta base, hemos levantado una economía que produce, para los ciudadanos de clase alta y media de las naciones desarrolladas, un nivel de lujo sin precedentes, complementado con una extraordinaria variedad de artefactos.
Actualmente, la economía global produce en diecisiete días tanto como a finales de siglo la economía de nuestros abuelos producía en un año. [6] Damos por supuesto que esta expansión puede continuar sin límites, pero la economía que hemos construido depende del consumo total de nuestra herencia.