La mayoría de las proyecciones sobre el cambio climático presuponen que los cambios futuros -las emisiones de gases de efecto invernadero, los incrementos de las temperaturas y otros efectos como el aumento del nivel del mar- se producirán de forma gradual. Una determinada cantidad de emisiones se traducirá en una cantidad dada de subida de la temperatura que conducirá a su vez a una cierta cantidad de suave aumento gradual del nivel del mar. Sin embargo, el registro geológico referido al clima muestra momentos en los que una modificación relativamente pequeña de un elemento climático provocó alteraciones bruscas en el sistema en su conjunto. Dicho de otra modo, impulsar las temperaturas mundiales hasta más allá de determinados umbrales podría desencadenar cambios abruptos, impredecibles y potencialmente irreversibles que tendrían consecuencias enormemente perturbadoras y a gran escala. Llegados a ese punto, incluso aunque no vertiéramos C02 adicional alguno a la atmósfera, se pondrían en marcha procesos imparables. Para hacernos una idea de ello, imaginemos una avería repentina de los frenos y de la dirección del vehículo climático a raíz de la cual ya no pudiéramos controlar el problema ni sus consecuencias.

(vía Agencia CTyS) - La investigadora Elisa Beilinson, del Centro de Investigaciones Geológicas (CIG, CONICET-UNLP), explicó que “para determinar una nueva era geológica debe ocurrir un evento que modifique la dinámica geológica y biológica a nivel global y especialistas de todo el mundo coinciden en que los humanos hemos provocado cambios suficientes para considerar que ya estamos en el Antropoceno”.
(vía Hipertextual) Si pensábamos que lo teníamos todo dicho con respecto al calentamiento global, estábamos muy, pero que muy equivocados. Así lo muestra un reciente estudio, publicado en Nature climate change: la Antártida se enfrenta a un peligro nunca visto hasta el momento. Las consecuencias podrían ser la pérdida masiva de hielo antártico, lo que derivaría en una subida del nivel del mar irreparable y su consecuente cambio global en el clima. No es cuestión de ponerse alarmistas, pero la amenaza es seria y los investigadores no prevén un cambio inmediato ni una solución concreta.
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